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El fugitivo de las azoteas.

Día a día le han perseguido, huyó por recovecos, por callejones malolientes, por calles largas de asfalto y adoquines. Conoce todos los secretos de la urbe. Esta noche contempla la ciudad que se extiende bajo un cielo sin estrellas. Desde la azotea en que se encuentra desciende, cauteloso, a beber de una pileta. Se sumerge en el agua, lentamente, respondiendo al llamado de una voz que le conduce a una ciudad invadida por la luz.
En el oscuro amanecer, los ojos asombrados de los barrenderos municipales observan, encima de la plaza, una nube de mariposas amarillas.

Publicado en: Santiago en 100 palabras de 2003.
(julio 2002)

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